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El Perseguidor, Julio Cortázar (1959)


Las Armas Secretas se publicó en el año 1959 y es considerada la obra que lanzó a Cortazar al reconocimiento literario. El libro se compone de cinco relatos, dos de los cuales son de los más conocidos: Las babas del diablo y El Perseguidor. Los otros tres cuentos son Cartas de mamá, Los buenos servicios y Las armas secretas. A continuación comentamos El Perseguidor.

Como el propio Cortázar reconoce, este cuento es un homenaje a Charlie Parker, apodado «Bird», saxofonista y compositor de jazz, el cual ha sido una de las figuras más representativas de este género e importantes en su evolución. Los últimos años de su vida se vieron arrastrados por graves problemas de drogas, en especial por la heroína y el alcohol. Es durante los años 1949-1950 en donde Parker viaja a Europa para realizar algunas grabaciones y es ahí donde toma forma la narración de Cortázar.

Ahora en el mundo de la ficción su nombre será Johnny Parker, y el narrador de la historia es Bruno quien es su amigo y biógrafo. Siendo este último narrador, cuenta desde su perspectiva la vida y genialidad de Johnny. Bruno es un crítico de arte quien establece desde el principio una relación de admiración-desprecio por Johnny. A mi modo de ver, creo que Cotázar nos presenta el divorcio entre sentimiento y razón, entre creación e interpretación de lo creado.

Johnny es un ser genial pero a la vez bastante mediocre intelectualmente. Como él mismo se retrata: «Nunca he pensado en nada, solamente de golpe me doy cuenta de lo que he pensado, pero eso no tiene gracia, ¿verdad? ¿Qué gracia va a tener darse cuenta de que uno ha pensado algo? Para el caso es lo mismo que si pensaras tú o cualquier otro». Johnny vive en un mundo apartado del mundo que no logra entender y del cual tal vez quiera no entender demasiado. En contraposición está Bruno quien cree entender e interpretar correctamente el arte de Johnny; no obstante, reconoce que «él está al principio de su saxo mientras yo vivo obligado a conformarme con el final. Él es la boca y yo la oreja, por no decir que él es la boca y yo…» La boca es quien crea, la protagonista, mientras que la oreja es pasiva: escucha y apenas puede conformarse con admirar lo que escucha, siempre estará al final del saxo.

Los sentimientos de Bruno oscilan continuamente entre la admiración y la envidia. Es por estos sentimientos que le ayuda a conseguir un saxo, recuperarse de la droga y darle algún dinero… finalmente resuelve manipular al genio como manera de conciliar la dualidad que experimenta su alma: por un lado le ayuda y por el otro se lucra.

Un tema recurrente en la primera parte de la narración es el tiempo. Y este tema es el que se sirve Cortázar para presentarnos la relación entre estos dos hombres, relación que en el fondo es el divorcio entre creación e interpretación de lo creado. Al inicio del cuento Bruno saludo a Johnny: «Hace un rato que no nos vemos (…). Un mes por lo menos», a lo cual Johnny le increpa: «Tú no haces más que contar el tiempo (…). El primero, el dos, el tres, el veintiuno. A todo le pones un número, tú». Durante varios pasajes Johnny insistirá en el sin sentido del tiempo y la dictadura de su medición, tal como en el relato que hace del métro. Johnny le cuenta a Bruno que cada vez que sube al métro siente que el tiempo se hace más lento, un minuto y medio en éste se hace en realidad un cuarto de hora en el tiempo de afuera. Johnny siente que aquello no sólo le sucede en el métro, sólo ha sido el lugar en que se ha percatado por ser en sí mismo una especie de reloj donde los minutos son las estaciones. Con esta idea Johnny le explica a Bruno su experiencia con la música: «Bruno, si yo pudiera solamente vivir como en estos momentos, o como cuando estoy tocando y el tiempo también cambia… Te das cuenta de lo que podría pasar en un minuto y medio… Entonces un hombre, no solamente yo sino ésa y tú y todos los muchachos, podrían vivir cientos de años, si encontráramos la manera podríamos vivir mil veces más de lo que estamos viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de minutos y de pasado mañana…». A esto nos confiesa Bruno: «Sonrío lo mejor que puedo, comprendiendo vagamente que tiene razón, pero que lo que él sospecha y lo que yo presiento de su sospecha se va a borrar como siempre apenas esté en la calle y me meta en mi vida de todos lo días». (Interesante observar que Johnny «tiene razón», mientras que Bruno «yo sospecho»… vagamente estos dos mundos se encuentran, pero aquello «se va a borrar como siempre apenas esté en la calle»).

El sentimiento de Johnny logra permear a Bruno, sin embargo, Bruno nos relata luego de su encuentro con Johnny: «He entrado en un café para beber un coñac y lavarme la boca, quizá también la memoria que insiste e insiste en las palabras de Johnny, sus cuentos, su manera de ver lo que yo no veo y en el fondo no quiero ver. Me he puesto a pensar en pasado mañana y era como una tranquilidad, como un puente bien tendido del mostrador hacia adelante»… Bruno rompe el hechizo con algo de ingenua seguridad y reafirmando aquella dualidad entre crear e interpretar lo creado; Bruno teme y se niega entrar al mundo de Johnny, de la creación; prefiere el mundo tranquilo y seguro del concepto y la medición.

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Las almas muertas (1842), Nikolai Gogol


Se podía comparar el estado de su alma con una construcción desmontada con objeto de construir otra con el mismo material, pero que aún no ha sido empezada porque no ha llegado el plano del arquitecto y los obreros se encuentran sin saber qué hacer.

De esta manera describe el narrado el estado del alma de Chichikov, protagonista de la novela. Luego de haber dedicado una vida en función del dinero, escalar posiciones sociales y menospreciar los valores morales, Chichikov se encuentra ante el juicio de sus actos y engaños, pero con un giro radical hacia el arrepentimiento ante la inminencia de la muerte.

Es un tema recurrente en la literatura rusa: la lección moral que nos han dejado sus grandes escritores como Tolstoi o Dostoievski. Un individuo, hasta cierto punto víctima de una sociedad corrupta que le condena a la ignorancia y al pecado como forma de vida, e inclusive de supervivencia, logra al final el arrepentimiento de sus actos ante el peso de sus consecuencias. Es así como por ejemplo Raskólnikov logra la paz interior al aceptar su culpa ante el asesinato de la vieja prestamista, así como eliminar aquellas ideas que le justificaron su antiguo actuar.

Para el autor de la Almas Muertas, es necesario echar abajo todo el edificio que sustenta el comportamiento egoísta y amoral de la sociedad para construir un nuevo hombre «iluminado» por el conocimiento del bien y de lo realmente importante de la vida. Pero aquella empresa no es fácil, necesita meditación, entrega y un plan a largo plazo.

Sin lugar a dudas es un relato moral que vale la pena leer. Cualquier parecido con nuestra realidad…

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El arte de escribir en veinte lecciones, Antoine Albalat


Antoine Albalat (1856-1935) fue un escritor, crítico y ensayista francés. En el medio hispanoamericano es poco conocido, aunque sea la presente obra una excelente oportunidad para saber de él.

El arte de escribir en veinte lecciones (?) ha sido el único título traducido al español de este autor que he podido encontrar tanto en internet, como en bibliotecas y librerías, lo cual me sorprende puesto que su obra en francés es amplia e interesante.

En mi opinión, es el mejor manual de escritura que he leído, junto con Mientras escribo de Stephen King. Muchos tal vez piensen en Ángel Zapata, sin embargo, y sin desmeritar la claridad de su libro La práctica del relato, no llega tan profundo al corazón de la cuestión de escribir.

Este libro va más allá de un simple manual de taller. Por el contrario, es un tratado práctico con observaciones derivadas de su experiencia como lector y narrador. En lugar de reglas, ofrece consejos flexibles con un lenguaje sencillo y directo. Una debilidad, a mi modo de ver, se limita a solo autores franceses, dejando toda la riqueza literaria de otras lenguas.

Como su título lo indica, el libro se estructura en veinte lecciones que tocan aspectos muy específico del arte de escribir. No obstante, me permito hacer una cierta agrupación de estas lecciones en temas más generales, con el fin de realizar una radiografía más concisa. Así,

  • Sobre el arte de escribir: cómo enseñarlo y lograrlo (Lecciones I y II).
  • Sobre la lectura: qué leer y cómo se debe leer (Lección III).
  • Sobre el estilo: qué es el estilo, condiciones y cómo perfeccionarlo (Lecciones IV a VIII).
  • Sobre la composición: desde la concepción de una idea hasta la reescritura, pasando por obtener la unidad por sus partes y el modo de expresarse (Lecciones IX a XII).
  • Sobre la elocución: cómo expresarse, estructura de la narración, descripción e imágenes (Lecciones XIII a XVIII).
  • Sobre el diálogo (Lección XIX).
  • Sobre el género epistolar (Lección XX).

Sobre el arte de escribir

Las dos primeras lecciones sirven a manera de introducción al propósito del libro y discute respecto a la posibilidad de enseñar a escribir. En la primera lección responde a cuestiones tales como si toda persona es capaz de escribir, si es posible enseñar y cómo lograrlo. En general, todos tenemos la capacidad de escribir, de manera similar a como todos podemos hablar. Así mismo, es cuestión de trabajo, dedicación y un poco de guía.

En la segunda lección afirma la importancia de crearse un estilo, de que cada quien se conozca literariamente. Esto no es espontáneo sino que tomará su tiempo, con base en el trabajo. No intenta imponer un estilo, sólo brindar ciertos preceptos comunes a todos los estilos con el fin de lograr el propio.

Sobre la lectura

Plantea dos cuestiones: ¿Qué leer? y ¿Cómo leer?

Lo ideal no es leer autores «perfectos» o muy bien logrados. Es recomendable leer autores que muestren la arquitectura interna de su obra. Esta clase de autores brindan una excelente escuela para aprender el arte de escribir. Albalat recomienda los siguientes:

  • Homero por el poder se sus descripciones.
  • Montaigne por el desarrollo que logra de un pensamiento.
  • Guez de Balzac por su retórica.
  • Bossuet «el divino», el más recomendable de todos. Leer su obra Los Sermones.
  • Rousseau por posser una forma asimilable.
  • Chateaubriand, padre de la escuela contemporánea. Leer Memorias de Ultratumba que a consideracion de Albalat es el libro más hermoso del siglo XIX.

Ahora bien, una cosa es elegir la lectura adecuada, pero otra muy diferente es leer bien. Leer bien es fijar y retener el contenido de lo leído. La forma más efectiva es a través de la redacción de notas de lectura. Albalat nos dice que leer sin tomar notas no es leer.

Y ¿cómo tomar notas? Albalat recomienda el uso de fichas arregladas por autor y obra. Hoy día tenemos la facilidad de los medios informáticos, tales como programas de texto, programas de diagramas lógicos, blogs y páginas web donde podemos ir colocando las anotaciones que hagamos de nuestras lecturas. Las fichas cumplen tres funciones:
  1. Notas de erudición: recordar lo que se ha leído.
  2. Citas sobresalientes: consignar extractos impactantes y muy bien logrados.
  3. Transcripción de nuestros propios juicios: conservar las impresiones surgidas de nuestra lectura. Ayuda a una mejor asimilación de nuestras sensaciones y pensamientos frente a lo leído.

La anotación debe ser en lo posible instantánea porque el olvido actúa de manera rápida.

En tales notas debe uno preguntarse por el estilo, fuerza y concisión de la obra. Cómo y por qué logra imprimirle vida, dónde está el movimiento, el color y las transiciones. Cómo logra ir del punto A al punto B, los giros de la escrutura y otros modos de cómo pudo hacerlos.

Por último, recomienda tres ejercicios útiles que se desprenden de la lectura:
  1. Realizar comparaciones entre autores. Observar la solución o tratamiento de cada autor frente a temas o situaciones similares.
  2. Pastiche, o imitación de autores y pasajes. Aprender a imitar es evitar a imitar, sentencia.
  3. Transposición: colocar en prosa lo que está en verso, y poner en verso lo que está en prosa.
Sobre el estilo

El estilo se refiere a la forma personal de escribir y exponer los propios pensamientos. En estas lecciones expone las características esenciales a un buen estilo, así como la manera de hacerse con uno propio y bien logrado.

El estilo es la manera en que encontramos giros, matices o imágenes en las ideas, en las palabras y en su relación entre sí. En el estilo hay orden y movimiento. El primero se refiere a la manera en que organizamos el texto, la disposición de todas las piezas; mientras que el segundo se refiere a la creación de palabras e imágenes, de la intensidad, el efecto y el relieve del texto.

En este libro encontramos una idea fascinante y que en mi opinión constituye la columna vertebral del arte de escribir. Nos dice Albalat que fondo y forma son uno solo. Las divisiones entre los dos no deja de ser artificial y hasta nociva. Y no exagero con fascinante, puesto que nos descubre que «la forma modifica la idea». Es decir, la forma en que construyamos la frase, las palabras elegidas, el matiz con que se presentan las ideas, la manera de organizar los elementos… todo ello afectará el cuerpo y sustancia de la idea. El reto, el verdadero trabajo de escribir, creo que será entonces lograr la mejor correspondencia posible entre lo que queremos expresar y la forma en que lo expresamos. Son uno, ancho y reverso; no podremos verlas de ahora en adelante como asuntos separados.

Un buen estilo tiene las siguientes condiciones o cualidades:

  1. Originalidad: se resume en huir de los lugares comunes, evitar el cliché y el adorno preconcebido. Por el contrario, hay que explorar e inventar la propia palabra, el giro característico y único. La cuestión es expresar con palabras la visión propia del mundo que cada uno tiene y que es irrepetible. Se debe encontrar la palabra justa, natural, sencilla, propia y exacta, eso constituye el relieve.
    La naturalidad produce la impresión de que se ha escrito sin mayor trabajo y que por ello cualquiera puede hacerlo. El ideal es poseer sencillez y relieve: «Hay un arte de parecer sin arte», Cicerón. «El arte convertido en costumbre», Condillac.
    Ciertos vicios afectan la originalidad y la naturalidad: los epítetos, adjetivos implícitos en el sustantivo, y la perífrasis, decir algo con más de lo necesario y con estilo rebuscado.
  2. Concisión: es el arte de encerrar un pensamiento en el menor número de palabras. Lo que importa es encontrar intensidad, no prolijidad. Las mayores cualidades serán la brevedad y la sobriedad.
    Por otro lado, las frases deben presentarse de manera lógica y consecuente con sus predecesoras y con el texto como un todo. Deben parecer engendradas, no injertadas; deducidas, no yuxtapuestas.
    Se debe cuidar el uso de las conjunciones como forma de encadenar las frases, puesto que una debe seguir a la otra sin fricción. El abuso de las conjunciones puede dar la idea de que las frases están atadas artificiosamente. No hay que olvidar que las frases deben seguir el curso natural del pensamiento.
  3. Armonía: es el sentido musical de las palabras y de las frases. Es el arte de combinarlas para que sean agradables al oído. «El más noble pensamiento no puede agradar al espíritu cuando se hiere al oído», Boileau. La armonía era conocida entre los griegos como el ritmo y entre los romanos el numerus.
    En relación a las palabras, hay que abstenerse de todo choque en el sonido y disonancia. Evitar asimismo el predominio de las consonantes fuertes, la repetición de algunas vocales, el excesivo número de monosílabos, etc… Buscar, en definitiva, la fluidez musical, mezcla acertada de vocales y consonantes, largas y breves.
    En cuanto a las frases, la armonía se ofrece por medio de la cadencia y el periodo. El primero se refiere a cuando la frase está construida de un modo amplio, según las exigencias de la respiración. El periodo, es la frase dividida en varios miembros (los que pueden subdividirse en frases e incidentes) y cuyo sentido completo está suspendido hasta un último y perfecto descanso.
    La construcción de la frase debe seguir dos condiciones. a) La lógica: construir las frases según el orden natural del pensamiento, el sentido lógico y la gramática (sujeto, verbo y predicado). b) El equilibrio: mantener la misma proporción entre los miembros de la frase y entre un mismo periodo.
    No obstante su importancia, la armonía es una cualidad complementaria, pues la base sólida debe ser la originalidad y la concisión. Albalat recomienda leer a Chateabriand, Bossuet, Buffon y Flaubert.
Sobre la composición

Ya entramos en terreno de la composición literaria. Podemos distinguir tres etapas claras en el proceso de escribir: un antes, un durante y un después. El primero se refiere a la invención, el segundo a la disposición y el último a las re-fundiciones.

  1. La invención: es el arte de encontrar ideas, arreglarlas y expresarlas de manera coherente e interesante. Pero advierte que a esas ideas, por buenas que creamos que son, es necesarias meditarlas antes de sentarnos a escribir. Darle mil vueltas y repasarla cuantas veces sea necesario. No se escribe bien hasta que no se sienta bien, sentencia.
    «Por no haber pensado bastante sobre un tema es por lo que el autor se ve embarazado para escribir» Buffon.
    Albalat recomienda encontrar temas cercanos sobre los que escribir. Argumenta que escribir es al final un tema de sensibilidad, de empatía del autor hacia los personajes… debe sentirse el viento, la lluvia, la desesperación, las dudas y las alegrías. Pocos podrían rebatir tal idea. Sin embargo, creo que no es necesario limitarnos a lo que nos es conocido, para eso podemos hacer uso de nuestra imaginación para crear mundos nuevos y situaciones lejanas.
    Y para alimentar nuestra imaginación nada mejor que leer, y leer mucho. También se hace necesario observar la realidad que está a nuestro alcance: las situaciones, conflictos, personajes y diálogos… no siempre la imaginación estará al 100%.
  2. La disposición: se refiere al arte de ordenar lo que se va a escribir. Determinar de antemano el orden, la jerarquía, valor y extensión de los elementos de manera lógica, progresiva, consecuente e interesante.
    Toda obra literario busca la unidad, o en otras palabras, toda sus partes tienden a un efecto general. Pero incluso en esa generalidad se requiere cambio de matices; son necesarios los detalles y los incidentes que den relieve y vida… en una palabra: variedad.
    ¿Cómo conciliar unidad-variedad? «Todo depende del plan», Goethe. El plan es el encargado de dirigir la imaginación para que no se salga del camino y termine a donde quiera terminar. No tener plan es como dirigir los caballos sin rienda.
    Para escribir bien es preciso dominar plenamente el asunto; pensar en él lo bastante para descubrir el orden de los pensamientos y el enlazamiento consecuente de los mismos.
    Por interés de la obra, se entiende como el arte con que se coloca cada hecho en el sitio más conveniente. Para ello se necesita mucho tacto y reflexión: podar y seleccionar. «No basta que una cosa sea bella; es preciso que sea apropiada al asunto y que no tenga nada de más ni le falte nada», Pascal.
  3. La elocución: trata del modo de expresarse. Una vez se tiene el plan y qué vamos a escribir, llega la hora de escribir. Albalat nos dice que no es bueno escribir todo lo que se nos ocurra y luego dejar lo que sirve, porque se repite lo dicho, la escritura pierde relieve y se cae en la vulgaridad.
  4. Las refundiciones: trata de los bosquejos necesarios para obtener un texto acabado, bello e indestructible.
    Una vez hemos escrito la primera versión de nuestro texto y la hemos dejado «enfriar» por un tiempo prudencial, viene el primer bosquejo. El objeto de este primer bosquejo es limpiar todo lo que le sobra al texto.
    En el segundo bosquejo, luego de dejar «enfriar» el texto nuevamente, se hace la misma operación que el primero. De un diamante en bruto se pule con objeto de dejar sólo lo que queremos. Puede pensarse en un tercer bosquejo si se considera necesario.
    La magia del estilo es la condensación, la fuerza o el ajuste, la originalidad, el relieve y la fluidez.
    Sabemos que hemos logrado un buen estilo cuando ya no es posible retocar más; una frase es definitiva cuando no se le puede rehacer. El límite de ese refuerzo es el límite del talento.
    La característica de lo bello es su indestructibilidad, no puede quitar una palabra sin desbaratar lo escrito.

Sobre la elocución

Albalat resume la elocución en dos procesos: narrar y describir.

El elemento clave de una narración consiste en la forma de tratar, coordinar y desarrollar la exposición. Se compone del planteamiento, nudo y desenlace.

  1. El planteamiento debe ser lo más breve posible, su objeto es hacer conocer al lector el asunto y los acontecimientos que serán relatados. «La exposición debe salir del asunto como una flor de su tallo».
  2. El nudo representa la parte interesante de la narración. Tal interés debe ser permanente y crecer hasta encontrar el clímax, momento en el cual todo se pone más difícil para el protagonista o la situación.
  3. El desenlace engloba y culmina todo lo anterior porque allí es donde la acción se resuelve. Debe ser lo menos predecible y no se debe agregar nada que no aporte a la solución del asunto.

Por otro lado, la descripción es la pintura animada de los objetos. No es enumerar, es pintar; no es decir, es mostrar. Su objeto es hacer vivir las situaciones y los personajes a través de los detalles materiales y tangibles. Una buena descripción se resume en representar nuestra propia manera de ver el mundo. Albalat sostiene que saber describir es la diferencia entre un mal y un buen escritor.

Hay dos maneras de pintar del natural:

  1. La observación directa: la mejor descripción no es la que incluye más cosas, sino la que da la sensación más fuerte. El truco es no acumular detalles, sino buscar aquellos detalles o rasgos más sobresalientes, enérgicos y significativos.
    Coloca como ejemplo a seguir a Homero por su capacidad de condensación, dice mucho con muy poco. Por otro lado, ejemplifica aquella descripción que acumula, junta y desarrolla (Víctor Hugo, Zolá, entre otros).
  2. La observación indirecta: hay cosas que no están frente a los ojos o que no existen. Es necesario recurrir a la descripción por medio de la imaginación para dar vida a otros mundos o escenarios, pero siempre con evocación verosímil, una descripción jamás debe parecer imaginada.

En consecuencia con lo anterior, otro tema importante de análisis lo constituye las imágenes o las metáforas. Una metáfora es transportar una palabra de su significado propio a algún otro, en virtud a una comparación que hace el espíritu y que no se indica. La metáfora es una imagen resultante de una comparación tácita. Sin embargo, una imagen no siempre es una metáfora, también puede ser una comparación.

Por ejemplo, respecto a un personaje: «ese león se lanza» es diferente a «se lanza como un león». La primera frase es una metáfora, mientras que la segunda es una comparación.

En términos generales, la metáfora es más fuerte que la comparación. La fuerza del estilo reside en las metáforas. No conviene abusar, pero tampoco hay que abstenerse. Siempre debe ser lo más breve posible. «Que cada pensamiento sea una metáfora» Buffon.

Es necesario evitar las imágenes o las metáforas bajo las siguientes condiciones:

  1. Cuando son imágenes forzadas, sin relación natural.
  2. Cuando están tomados de objetos bajos o repulsivos.

Gracias a las imágenes o a las metáforas se da cuerpo y color a las cosas más abstractas, presenta las cosas bajo los rasgos más enérgicos o graciosos, dota de relieve al texto.

¿Cómo puede llegar a encontrarse buenas imágenes y darles realce cuando no lo tienen? Básicamente, trabajo y refundición.

La primera condición es que debe ser original y en relieve. Se debe huir de los lugares comunes, evitar imágenes usadas o repetidas para no caer en la vulgaridad y en lo predecible.

Un procedimiento excelente para encontrar imágenes consiste en empujar las ideas, exagerarlas, exasperarlas. Por ejemplo, «Rugían su penitencia».

Albalat nos insiste en que hay que ser exigentes en la calidad de las imágenes para evitar el mal gusto. Sólo debemos retener imágenes verdaderas; en lugar de solicitar la imaginación se impongan a ella. Nos recomienda leer: Chateaubriand, Bernardino de Saint-Pierre, Víctor Hugo y Laconte de Lisle.

Sobre el diálogo

Para Albalat, el diálogo es lo último que se aprende. En principio, el diálogo no puede estar escrito de la misma forma que la narración; debe ser concebido de otra manera: un estilo más corto y cortado. Se deben proponer giros y buscar la concisión como regla. Recomienda leer los Diálogos de Platón, los Tratados de los deberos de Cicerón, Moliére y Labiche. Junto a estos autores específicos recomienda la lectura de obras de teatro.

Sobre el estilo epistolar

Las mujeres tiene mayor sensibilidad que los hombres respecto a escribir cartas; no obstante, nosotros también podemos aprender. Las cualidades esenciales de una buena carta pasa por ser natural, abandonada; sin más pretensiones que expresar un sentimiento. No se debe buscar el brillo.

Hay que dejar correr la pluma y que ella exprese lo que sentimos, sin rebuscamientos. Lo principal al escribir una carta es saber qué se va a escribir; sobre la manera de expresión, no hay que preocuparse, háblese en voz alta y la expresión llegará sola. «El estilo es el hombre», Buffon.

La mejor manera de aprender es leyendo muchas cartas: Mme. de Sévigné y Bossuet.

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Fahrenheit 451, Ray Bradbury


Ray Bradbury nació Wuakegan, Illinois, en 1920. Durante su juventud no pudo asistir a la Universidad a causa de la precariedad económica, así que fue un autodidacta de tiempo completo.

Su familia se trasladó a Los Angeles en 1934 en busca de una mejor vida. También vivió algunas temporadas en Tucson, Arizona. Luego de terminar la escuela vendió periódicos en las esquinas por varios años y escribía relatos en sus tiempo libres, hasta que en 1943 decide convertirse en escritor a tiempo completo.

Sus obras más conocidas son El Hombre Ilustrado (1951), Crónicas Marcianas (1950) y la obra que comentamos a continuación, Fahrenheit 451 (1953). Es autor también de cientos de cuentos y guiones de televisión. Ray Bradbury se define a sí mismo más como un escritor de Fantasía que de Ciencia Ficción.

Fahrenheit 451 trata de una sociedad futura, no muy diferente a la nuestra, donde leer está prohibido ya que eso produce angustia y dudas en la mente de las personas, y el objetivo del gobierno es hacer que la gente sea feliz. Por tanto, se crea un estado policial encargado de vigilar a sus ciudadanos y hacer cumplir esta ley.

El título hace referencia a la temperatura a partir de la cual se quema el papel (233.7 °C). Esta novela se enmarca dentro de la tradición conocida como distópica: un futuro sombrío (contrario a un mundo libre y feliz de la utopía) donde el hombre vive gobernado por un Estado absolutista y tecnológico, a la vez que sumido en la ignorancia. Pero aún peor que eso, un hombre dormido y conforme con el estado de cosas. No obstante, y a pesar de tal situación, siempre hay una chispa de inconformismo y rebeldía que da esperanzas de cambio y libertad.

Personajes principales

  • Guy Montang tiene 30 años, de los cuales los últimos diez ha sido bombero de profesión. Está casado con Mildred y su relación con ella es fría y distante. Al inicio de la obra Montang es un bombero convencido de su papel como destructor de libros y guardián de la sociedad; pero gracias a sus encuentros con Clarisse su concepción del mundo se derrumba estrepitosamente. Guy Montang bien puede representar al hombre moderno, envuelto en una maraña de mentiras y engaños, pero que también se hace preguntas, duda de la verdad absoluta con la cual lo han obligado a vivir.
  • Clarisse McClellan tiene 17 años y se dice loca. Vive con su tío y es vecina de Montang. Es una muchacha extraña -o rara- a quien le gusta caminar y observar la naturaleza. Represente la voz de su conciencia, la inquietud que hace a todo hombre reflexionar sobre sí mismo y el mundo en que vive. Desaparece de la obra prematuramente.
  • Mildred es la esposa de Montang, una mujer totalmente alienada con el sistema y amante de los programas de televisión. Montang intenta infructuosamente hacerla caer en razón. Este personaje pone de relieve la psicología del esclavo, del conforme, del temeroso. Es quien casi que de manera consciente ha cerrado los ojos… es similar a los hombres en el mito de la caverna de Platón, quienes matan a quien les advierte que hay un mundo mucho más allá del reflejo en la caverna.
  • Beatty, capitán de los bomberos. A dedicado su vida al servicio y está plenamente convencido de la justeza de su trabajo: la importante misión de proteger a la sociedad de los libros que en su opinión, y la del gobierno, sólo sirven para crear confusión y hacer que unos pocos se sienten más que el resto. Su personaje es bastante curioso, cita de memoria pasajes de obras literarias en sus discusiones con Montang y al final, parece desear su propia muerte. Es un personaje ambiguo, por un lado, es el perfecto guardián del sistema, pero por otro lado, conoce citas literarias y es, en ese sentido, culto.
  • Faber, antiguo maestro de literatura. Lleva cuarenta años desempleado, desde cuando la Universidad donde trabajaba cerró el programa de literatura porque nadie se interesaba por él. Anciano y derrotado, permanecía encerrado en su casa hasta cuando Montang llegó a su casa para urdir un arriesgado plan, algo que le devolvió la vitalidad perdida. Faber representa el tipo de personas quienes son conscientes de la problemática, pero que por cobardía y falta de entusiasmo se terminan adaptando al sistema, aunque en el fondo de su ser, son una llama potencial.
  • Granger, antiguo escritor quien recibe a Montang cuando logra escapar de la ciudad. Granger dirige un grupo de resistencia, preparado a guardar el conocimiento hasta que la humanidad supere esta nueva edad oscura. Le explica a Montang en qué consiste esa sociedad marginada a la que llega, de hombres letrados quienes han memorizado libros enteros a la espera de mejores condiciones para imprimirlos de nuevo. Este personaje representa ese mundo oculto, otro mundo que parece imposible tras la tiránica luz del sistema.
  • El libro, es el personaje central sobre el que gira toda la trama. Unos que los quieren quemar y otros que los quieren conservar. Pero el valor del libro no radica en su existencia material en sí misma. El libro, finalmente, es un simple receptáculo del espíritu que encierra la vida y memoria del hombre. Una sociedad sin libros es como un hombre sin recuerdos.

Argumento

Era estupendo quemar

La obra inicia cuando el personaje principal, Guy Montang, termina su turno de bombero y se dirige a su casa de noche. El camino a casa es siempre solitario, sin embargo, en aquella noche se encuentra con una muchacha que deambula por la calle, pálida y vestida de blanco. Ella se presenta como Clarisse McClellan quien dice tener 17 años y estar loca.

Durante varias noches el bombero encuentra a Clarisse. Ella poco a poco le va haciendo preguntas que en principio le molestan pero que al final hacen que Guy Montang se vaya cuestionando sobre su forma de vida y de pensar. Son preguntas simples y «tontas» que caen como bombas sobre el ánimo firme y decidido que Montang pensaba tener.

Cuando Montang llega a su casa, descubre que Mildred intentó suicidarse al tomar pastillas para dormir, aunque Montang logró salvarla al llamar a emergencias. Al otro día, ella ignora el hecho y no dio crédito a las palabras de Montang.

En su trabajo, Montang se empieza a inquietar por el mundo a su alrededor. Sabueso, un perro robot con seis patas, le empieza a generar temor porque cree que está en su contra y podría hacerle daño. Sin embargo, sus compañeros no dan crédito a lo que consideran una banal paranoia.

Pasaron así varios días en que Montang no había vuelto ha saber de Clarisse, quien aparentemente había muerto, pero no se precisa si a manos del gobierno o por casualidad.

Cierto día, los bomberos recibieron una llamada de emergencia. Fuera a un lugar a las afueras de la ciudad donde una mujer conservaba escondidos muchos libros. Al llegar los bomberos la mujer se negó abandonar la casa a pesar de la advertencia de los bomberos de que incinerarían la casa con ella o sin ella. Ante las amenazas, fue la propia mujer quien prendió fuego a los libros, a la casa, y a ella misma. Montang logró ocultar un libro bajo el brazo.

Aquella escena tuvo un fuerte impacto en Montang, quien intentó salvarla. Aquella noche en su casa preguntó a Mildred dónde y cómo se habían conocido, a lo que ninguno fue capaz de recordar. Montang intentó desesperadamente hablar con ella de lo ocurrido, pero sólo encontró indiferencia. Mildred era insistente a que su marido fuera al trabajo, pero Montang ya no le encontraba sentido. En ese momento llegó el capitán Beatty, a lo que Montang se aseguró de cubrir bajo la almohada el libro que logró sustraer de la casa de la mujer.

Beatty le cuenta la historia que solo es conocida por los capitanes de bomberos. Todo inició cuando la gente se empiezó a sentir cada vez menos interesada por los libros y más por los deportes y por ser felices. Todo esto derivó en que las universidades producían más atletas que profesores, críticos o intelectuales. Y poco a poco esta última palabra tuvo connotaciones negativas, llegó a convertirse en un insulto. Así, quien leía se presentaba como superior y/o diferente a los demás… y eso no lo podía permitir el gobierno, cuyo papel era asegurar la felicidad e igualdad de sus ciudadanos. Al final de la charla, Beatty advierte a Montang que el tomar un libro y sentir curiosidad por él no era un delito grave, pero quien no lo quema en las próximas 24 horas ellos lo harán. Esto dejó helado a Montang.

Luego de su encuentro con Beatty, Montango se decidió contarle todo a Mildred y le mostró una veintena de libros que había escondido en el sistema de ventilación de la casa. En ese momento volvió a la puerta Beatty, pero Montang se reusó a abrir la puerta. Ella estaba atónita, sentía temor de los libros como si de una infección se tratara, pero él sólo le pedía que le dieran una oportunidad a los libros, solo durante un día los dos. Mildred se resistía por el temor de ser incinerada, al final accedió de mala gana.

La criba y la arena

Montang lee algunos pasajes de los libros, pero sin entender su contenido. Necesita de alguien quien le ayude a comprender y Clarisse ya no está. Así que recuerda que hace más o menos un año se encontró en un parque a un viejo sospechoso de llevar un libro. Montang lo que hizo en ese momento fue ir al lado del viejo y charlar con él, a fin de investigarlo. Anotó su dirección y su nombre, Faber. Guardó aquella información en su carpeta de «Futuras Investigaciones» y afortunadamente nunca dio aviso del caso.

Logró contactar con el viejo quien le dio tres reglas para entender los libros: a) calidad, información que muestra los poros de la vida, sus detalles microscópicos… por eso han llegado a ser tan molestos; b) ocio para asimilarla y c) emprender la acción con lo que hemos aprendido.

Ante la incredulidad de Faber, Montang le propone conseguir libros, o más preciso, si tanto valen la pena, imprimirlos. En tono irónico, Faber le dice que el plan sería imprimir libros y dejarlos en los cuarteles de bomberos a fin de que las sospechas cayeran sobre los incendiarios. Montang gustó mucho de la idea, y a pesar de las negativas de Faber, lo terminó convenciendo. Urdieron un plan, pero primero Montang debía volver a su vida normal, los detalles lo irían haciendo poco a poco. Faber le dio a Montang un pequeño aparato que debeía colocar en su oreja con objeto de mantener constante comunicación.

Luego de ese encuentro, Montang sacó quinientos dólares que tenía en su cuenta para entregarlos a Faber, quien contactaría con un antiguo impresor de la Universidad. Habían vientos de guerra, bombarderos surcaban los cielos y millones de hombre eran enviados al frente. Montang llegó a su casa, donde poco después llegaron la Sra. Phelps y la Sra Bowles. Montang no resistió la conversación banal y absurda de las tres mujeres. Encolerizado, llevó un libro a la sala y se los mostró a pesar de las advertencias de Faber que eso podría dar por tierra el plan. Mildred intentó explicar la situación aduciendo que a los bomberos les daban un libro cada año para que vieran lo absurdo que era, pero que lo quemaban de inmediato. Les leyó un poema a lo que la Sra Phelps lloró desconsolada y la Sra. Bowles salió indignada de la casa.

Montang se sintió luego avergonzado, pero ya no había marcha atrás. El siguiente paso era enfrentar al capitán Beatty. Así que al siguiente turno, Montang le entregó el libro que había hurtado del incendio. Beatty le hablaba y le argumentaba de lo tontos y contradictorios que eran los libros, siempre intimidándolo. Montang estuvo todo el tiempo angustiado, pero gracias a la voz de Faber al otro lado le dio ánimos y paciencia para seguir adelante.

Fuego vivo

Los bomberos recibieron una llamada rutinaria de emergencia para ir a quemar libros. Pero Montang se llevó una sorpresa: la casa que querían incinerar era ahora la suya. Beatty se mofó y le dijo que por querer volar alto se le habían quemado las alas. En ese momento sale Mildred de la casa con maletas y a toda prisa; Montang infirió que habría sido ella quien había dado aviso. Beatty le confiesa que no ha sido sólo ella, sino también las Sras. Phelps y Bowles.

Beatty obligó a Montang a quemar su propia casa con un lanzallamas. Faber intentaba infructuasamente ayudar a su amigo por medio del intercomunicador, pero todo era muy rápido y confuso para él. En cierto momento, Beatty dio un golpe a Montang para que reaccionara, increpándole por qué había hecho lo que había hecho. En aquel forcejeo, cayó de la oreja el auricular con el que se comunicaba con Faber. Beatty lo recogió y amenazó a Montang con hallar al interlocutor y juzgarlo, a lo cual Montang reaccionó y le exigió que no lo hiciera, abriendo el seguro del lanzallamas. Beatty le retó con insistencia y le amenazaba con capturar a su amigo.

Beatty dio un paso hacia Montang, se produjo entonces una llamarada y Beatty se convirtió en una antorcha humana cayendo al suelo, dando vueltas sobre el césped. Montang había incinerado a Beatty y al intercomunicador con él.

Se volvió luego hacia sus compañeros a quienes ordenó quitarse el casco, les golpeó en la cabeza y los dejó inconscientes para emprender la huida, no sin antes luchar con Sabueso quien le atacó en una pierna, pero al final lo incineró también.

En el jardín encontró cuatro de los libros que había ocultado. Los tomó y emprendió la huida por un callejón oscuro. Tomó un auricular para escuchar todo lo que iba sucediendo respecto a su búsqueda. Supo que un nuevo Sabueso iba tras su rastro.

La guerra había estallado. Instintivamente, Montang llegó a la casa de Faber de quien recibió ropa y ayuda. Acordaron reunirse en St. Louis para continuar con sus planes.

Luego de muchas peripecias, Montang logró llegar hasta el río en donde perdió el rastro del otro Sabueso. Río abajo salió de la ciudad hasta encontrar la línea férrea, media hora después encontró a un grupo de «vagabundos» junto a una hoguera, profesores de Harvard, Cambridge y otras universidades.

De este curioso grupo, Montang recibió comida y algo de beber. Ellos le dijeron que lo estaban esperando porque seguían las noticias. También, le tranquilizaron al decirle que ya no lo buscarían más, puesto que en las noticias la búsqueda se dirigió al norte en donde un hombre cualquiera hizo las veces de Montang y fue asesinado, con lo cual el caso estaba cerrado. El gobierno no podía darse el lujo de reconocer que había escapado y realizaron aquel montaje.

De aquel grupo, un antiguo escritor de nombre Granger, le explicó que cada uno llevaba en su cabeza un libro hasta cuando la situación cambiara de nuevo. Ya la humanidad había salido de una era oscurantista y esta no sería la excepción. Cuando hubiesen mejores condiciones, le contaba Granger a Montang, cada quien dictaría su libro para imprimirlo de nuevo.

A la mañana siguiente, una lluvia de misiles y bombas destruyeron la ciudad por completo hasta hacerla polvo. Montang se conmovió pensando en Clarisse y Mildred, aunque de Faber sabía que habría salido hacia St. Louis y probablemente estaría bien. Por ahora, solo les quedaba continuar su camino.

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La muerte de Iván Ilich, León Tolstoi


«Como si me deslizara cuesta abajo por una montaña, mientras yo creía que estaba ascendiendo. De esa manera ha sucedido. Según la opinión pública yo trepaba a la montaña, pero exactamente en la misma medida se me iba la vida de debajo de los pies. Y ahora, estoy listo, ¡a morirme!» (p.69*).

Iván Ilich basó toda su vida en lo que consideró el debido camino: hacerse una buena carrera de funcionario público, adquirir un salario de 5000 rublos, codearse con la alta sociedad, en la medida de lo posible, y evitar el trato con gentes o familiares que no estuvieran a la altura. Separar de manera efectiva el trabajo de los sentimientos, y los sentimientos de la vida.

Todo eso lo obtuvo, pero asimismo tuvo una vida solitaria y triste, aunque de eso se enteró sólo el día de su muerte. Fue necesario sentirse inútil y abandonado por los seres que se supone debió amar y ser amado. Un aspecto interesante es el criado quien le cuida en los últimos días de vida. Guerássim es un hombre humilde, con pocas aspiraciones en la vida y sin prospecto de un futuro brillante, un «don nadie», diríamos nosotros. Pero aún así, es jovial y expresa el lado alegre de la vida; tan es así, que Iván Ilich encuentra verdadero consuelo en él gracias a su abnegada tarea por cuidarle en su enfermedad. Es una situación irónica, pues de sus «iguales» no encontró consuelo ni sinceridad. Todos los buenos contactos, la excelente educación de sus hijos, la vida de reina que dio a su esposa… todo eso no le brindó consuelo; fue su sirviente a quien hasta ese momento había visto como un mueble más de su casa.

Es una crítica que aplica a nuestro tiempo. Consideramos al éxito como «el camino correcto», donde obtenemos el reconocimiento de los demás y la acumulación de cosas… carro, casa, viajes, ropa de marca, asistir a clubes exclusivos… Sin embargo, ¿es eso realmente importante? Pasar dos terceras partes de nuestras vidas trabajando y trabajando, sólo para al final tener cosas que no necesitamos y buscar la aprobación de los demás, pero dejando a un lado lo importante: la vida.

*León Tolstoi (1886). La muerte de Iván Ilich. Ediciones Leyenda S.A., 2009.

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Eugénie Grandet, Honoré de Balzac


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“Tal es la historia de esta mujer que no pertenece al mundo en medio del mundo, que nacida para ser esposa y madre magnífica, no tiene marido, ni hijos, ni familia” (p. 202).

El párrafo anterior es el antepenúltimo de la obra, y es asimismo, el que engloba el espíritu y razón de la novela. Una mujer que no pertenece al mundo en medio del mundo… La sociedad europea de mitad del siglo XIX vive el ascenso definitivo de la burguesía como clase dominante, y como tal, ha determinado las nuevas relaciones sociales por medio de las cuales los hombres viven en sociedad.

Estas nuevas relaciones son revolucionarias desde todo punto de vista, pero cabe destacar, en función de la novela, el cambio espiritual a la que se ha visto sometido el ser humano. Las relaciones de interés primarán sobre los sentimientos nobles y puros, propios de la naturaleza humana. El amor, la comprensión, el sacrificio, el honor, la palabra… todo quedará subyugado a la fuerza dominante del dinero.

Eugénie es hija de Grandet, un avaro más preocupado por la acumulación de dinero que del bienestar de su hija y esposa. Un hogar que recibe apenas lo necesario para llevar una vida decente. Eugénie crece en una cápsula que la ha apartado del mundo exterior, manteniéndose incorruptible de las relaciones establecidas entre los hombres.

Dos familias burguesas de Saumur, provincia bajo la cual se desarrolla la historia, compiten por obtener la mano de Eugénie y así ganar los favores del viejo avaro. Sin embargo, los planes no serán tan sencillos porque Eugénie se enamora de su primo, Charles, quien se encuentra en una situación bastante difícil.

Dos fuerzas contrarias se debaten respecto al destino de Eugénie: el amor enfrentado a la avaricia. El corazón de ella se alza victorioso entre la avaricia y la conspiración, pero no así el mundo al que pertenece su padre y Charles. La avaricia de ambos da por tierra las ilusiones de amor.

Esta novela representa, a mi modo de ver, un contraste bastante interesante entre Romanticismo y Realismo. Por un lado, encontramos los valores exaltados y puros del Romanticismo, pero así mismo, nos encontramos con un retrato crudo de la sociedad propio del Realismo. Este contraste muestra la lucha entre los sentimientos del hombre y la sociedad corrupta por el dinero. Pensaría que es un realismo a fuerza de las circunstancias, un realismo que exalta los ideales del Romanticismo pero que coloca de relieve la realidad cruda y descarnada que aniquila esos ideales. Al final, es un romanticismo consciente que la sociedad burguesa aniquila el ideal humano.

En el trasfondo hay una cuestión importante: ¿el dinero para qué? Para el avaro burgués el dinero tiene valor en sí mismo, mientras que para Eugénie es un medio de alcanzar la felicidad y asegurar el bienestar de los hombres.

“Así fue como el padre y la hija habían contado cada cual su fortuna; él, para ir a vender su oro, Eugénie, para lanzar el suyo a un océano de afecto” (p. 122).


EUGÉNIE GRANDET. GRANDES CLÁSICOS DE LA LITERATURA, BIBLIOTECA EL NACIONAL. SERIE II VOL. 19 EDITORIAL PLANETA.

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Delirio, Laura Restrepo


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Esta es la novela ganadora del premio Alfaguara de novela en 2004.
Cuatro historias que se entrelazan dan vida a la novela. Por un lado, la zozobra y la angustia de Aguilar, un antiguo profesor universitario que luego de regresar de un viaje encuentra a su esposa, Agustina, en el cuarto de un hotel y sumida en el delirio. Su historia es la búsqueda de explicación frente a ese cambio sorpresivo, investigando lo más hondo de su pasado con el fin de encontrar respuesta.
La segunda historia tiene como protagonista al Midas McAlister, un hombre de negocios y amigo de la familia de los Londoño, de la cual pertenece Agustina. Esta historia se narra a manera de monólogo donde este personaje le va contando su historia a Agustina, cómo la conoció, así como las jugarretas y los negocios turbios con el hermano y el padre de ella que en definitiva le llevarían al infortunio.
La tercera historia se refiere a la propia Agustina durante su infancia, la relación con su padre, el amor por su hermano pequeño y el conflicto de los dos últimos.
La última historia se desarrolla en Sasaima, en la finca de sus abuelos maternos. La locura de su abuelo, la paciencia y amor abnegado de su abuela, la distancia respecto a sus hijas, el silencio de su madre Eugenia.
A mi modo de ver, esta es una fábula de la realidad colombiana. En una palabra, de su delirio. La historia de sus abuelos se antoja sobre la corriente del realismo mágico, y creo que esta referencia nos hace recordar a Macondo, a ese lugar olvidado y al Buendía que ha perdido la razón. Ese Buendía que ha perdido la memoria como metáfora de la pérdida de memoria de Colombia. Ese delirio de antaño que aún nos atormenta.
Por otro lado, ese pasado se entrelaza con el presente de la Colombia de fines de los años ochenta. El narcotráfico y su bonanza de dólares, bonanza de la que fue beneficiada la clase alta de este país; esa misma clase arribista e hipócrita que vive de las apariencias.
Siento que la figura de Aguilar representa al colombiano, ese ser honesto, amable y paciente que se encuentra inmerso dentro de una trama que no comprende y de la que tampoco es responsable. Agustina simboliza el delirio de la sociedad colombiana, ese rumbo perdido, la superstición infundada. Todas los personajes simbolizan una cara de la sociedad colombiana, desde el Midas McAlister cuya carrera de ascenso social se la debe al narcotráfico y a las apariencias, hasta la madre de Agustina, Eugenia, quien simboliza esa clase alta decadente, arribista y ocupada en mantener las apariencias, sin importarle la realidad.
Es una excelente novela que permite bastantes miradas. Un trabajo que tiene tanto de psicológico como de sociológico. En pocas palabras, un sublime examen de la sociedad colombiana.
Por pasajes tiende a volverse un poco pesada, dando la sensación de que le sobran palabras y que la historia no avanza. No obstante, los hilos tejidos durante el recorrido encuentran salida al finalizar la novela, aunque algunos cabos quedan sueltos.

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Oliver Twist, Charles Dickens


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Una conmovedora historia de un niño huérfano que debe arreglárselas de los abusos a los que es sometido. Pero a pesar de los maltratos y la corrupción, mantiene sus principios morales sobre toda adversidad. No deja de ser el niño amoroso, bondadoso y bueno, ese ideal de Charles Dickens de la bondad.

Cabe destacar los vívidos personajes de la novela, unos malos muy malos y unos buenos muy buenos. Pero siempre complejos y muy reales.

La novela es una profunda crítica social de la sociedad inglesa de la primera parte del siglo XIX, donde advierte la maldad y los caminos de perdición a los que se enfrenta el alma humana, pero también resalta la bondad, que al final saldrá victoriosa. En la novela es claro el contraste entre el bien y el mal, alternando momentos de gran felicidad con otros de profunda desesperanza. Al final del relato, ese bien y ese mal se enfrentan con la moraleja de que la maldad, tarde o temprano, se paga.

Es en ese enfrentamiento que considero decisivo a Nancy, una niña ladrona de 17 años, que a pesar de haber «elegido» el mal camino, se arrepiente y ayuda de manera decisiva a Oliver frente a las intenciones de Fagin y su misterioso socio Monks. Nancy convive en los dos bandos, su amor por el bandido Sikes y la leatad que debe a la banda de Fagin, en contraste con la compasión sentida por el drama de Oliver y su decisión de ayudarlo. Es probable que sin su ayuda, el mal hubiese triunfado.

En mi opinión, es un realismo idealizado, o si se quiere, un realismo potenciado.

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El Buen Sirviente, Carmen Posadas


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Aristotiquia y cacotiquia, la racha de acontecimientos encadenados, uno detrás del otro como en un compás de buena o mala suerte. Tal vez sea una burda cuestión de percepción, lo cierto es que una racha de esas, y más si es de buena suerte, genera en el sujeto inquietud y una duda de ¿cuál es el precio por ello? y ¿hasta cuándo la suerte dará un giro de retorno, como un péndulo?

Ese es uno de los temas de la novela de Carmen Posadas, El Buen Sirviente, que cuenta la historia de una exitosa fotógrafa, Inés Ruano, quien en su 45 cumpleaños recibe la visita de dos extraños hombres, los cuales aducen el cobro del alma de Inés por un supuesto pacto realizado en días anteriores, y en el cual se explicaría su nueva buena racha de ella…

Es un simple camelo orquestado por su madre Beatriz, una mujer que a pesar de sus próximos 63 años es una bella mujer donde el tiempo se ha detenido (literalmente), manipuladora y titirera de los designios de su hija, con la que comparte un secreto y una relación casi antagónica.

La novela se divide en dos partes: «El primer engaño» y «El segundo engaño». La primera parte se refiere al engaño de la madre, el segundo al engaño es de…, -esta es la parte interesante de la novela-. En realidad, la primera, que es un poco más larga, se antoja un poco lineal y monótona. Inclusive el engaño en su cumpleaños que cabría esperar un relato más rico, literalmente hablando, es incluso un poco simplón.

Decía que en la segunda parte la novela llega al verdadero engaño y lo que considero es lo más interesante de la novela: el Diablo y su efectivo cobro de almas a sus buenos sirvientes, quienes por diversos motivos, desde el amor inocente a la fama o el poder, la han vendido. Y digo genial, porque no vemos al Diablo con cachos y cola haciendo maldades… lo vemos en la «huella que va dejando tras de sí» y eso lo logra bastante bien Carmen Posadas.


En general. es buen libro con una excelente demonología y un estilo narrativo bien logrado. Aunque siento que le sobran algunas páginas y en ocasiones los personajes son monótonos.


El Buen Sirviente
Carmen Posadas
Editorial Planeta, 2003.

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Breve Análisis de Crimen y Castigo


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de Fiódor Dostoievski*


Crimen y Castigo, una de las obras cumbres de Dostoievski y de la literatura universal, nos presenta un retrato psicológico de distintos personajes dentro de un contexto marcado por temas como el crimen, la justificación del mismo, el castigo y la redención (que es diferente al castigo). Bien podríamos establecer cierta simetría contrapuesta entre crimen-justificación y castigo-redención.

Crimen-justificación

Esta primera dualidad se presenta en la novela desde la primera parte cuando Raskolnikov, el personaje principal, debate internamente respecto a la posibilidad de llevar a cabo “un asunto” que ha estado rondando su cabeza desde hace tiempo… asesinar y robar a una vieja anciana y usurera (Alena Ivanovna). En la superficie, el objeto de aquel crimen es provisionarse de al menos 3000 rublos, los cuales serían suficientes para salir de la miseria en que se encuentra y terminar los estudios de la universidad que ha abandonado y alivianar la carga de su madre quien le envía el poco dinero que puede desde su pueblo natal.

En medio de sus divagaciones llega una carta de su madre en donde consta que su hermana, Dunia, está comprometida con un comerciante que ha logrado fortuna a través de una vida dedicada a los negocios; este acontecimiento encona en Raskolnikov el orgullo, ya que es consciente que su hermana está sacrificando su vida al casarse con este personaje con el fin de asegurar un futuro más cierto a su madre y a él. Se propone resueltamente impedir tal unión. En esta particular condición, el plan adquiere bríos en la medida en que el dinero que logre obtener del robo a la vieja usurera será la base con la cual librar a Dunia del sacrificio que está dispuesta a cometer.

Por otro lado, Raskolnikov ha escrito un artículo en cierta revista en donde expone sus ideas respecto a la escisión de los hombres entre los superiores o “extraordinarios”, quienes tienen el derecho y, podríamos decir, la obligación de cometer ciertos crímenes por el bien de la humanidad, por lo cual se les será reconocido e incluso alabado; y los hombres inferiores u “ordinarios”, cuya única función es obedecer las leyes y cumplir su función de reproducir la raza humana. En este punto, cabe resaltar que Raskolnikov es un profundo admirador de Napoleón y su obra.

En resumen, al momento de cometer el crimen, parecen confluir dos justificaciones… la primera, de tipo pragmático, es simplemente abandonar su miseria y evitar el sacrificio de su hermana; la segunda, de un sentido más elevado y noble…, librar a la sociedad de un ser despreciable, avaro y miserable que se aprovecha del sufrimiento y la necesidad de los más débiles.

Detrás de la segunda justificación, Raskolnikov asume su pertenencia al rango de hombres “extraordinarios”, lo que representa en él un carácter altivo, orgulloso y uraño. En este sentido, se aprecia un doble sentido con el nombre Raskolnikov, puesto que en ruso “raskol” significa “escisión”. Es decir, Raskolnikov ha decidido separarse del resto de seres humanos, lo cual constituye la base de su psicología.

Sin embargo, aunque se aparenta una doble justificación, prima la segunda sobre la primera. Esto se hace evidente por dos circunstancias al momento de cometer el crimen. En primer lugar, al momento de asesinar a la vieja y a la hermana de ésta, Isabel, se percata que durante el acto la puerta ha estado abierta todo ese tiempo como producto de un aparente “descuido”. Esto denota, a mi entender, un fuerte afán de ser visto, a un exhibicionismo latente en su inconsciente de comunicar su noble obra. En segundo lugar, respecto al botín del robo, Raskolnikov lo oculta rápidamente sin siquiera hacer un inventario del mismo; durante toda la obra jamás hace uso de éste ni razona respecto a su destino… en una palabra, es secundario.

Resumiendo esta dualidad crimen-justificación, el crimen se justifica en un complejo de superioridad y escisión de Raskolnikov frente a la sociedad, lo cual le da el valor moral de juez y verdugo… sin aparente temor de castigo ni de remordimiento.

Hacia el final de la novela en diálogo con Dunia en relación a la implicación moral de su crimen, Raskolnikov le declara:

«-¡Bien es verdad que no procedía conforme a las reglas de la estética! Decididamente, no comprendo por qué es más glorioso arrojar bombas contra una ciudad sitiada que asesinar a hachazos a una persona. La falta de estética es el principal signo de la impotencia. Jamás lo comprendí como ahora, pero menos que nunca comprendo tampoco cuál fue mi crimen. ¡Nunca fui tan fuerte y estuve tan convencido como en este momento!» p.339.

Creo yo que este diálogo es una de las dos cumbres aleccionadoras de la obra. En este punto, su remordimiento y angustia gira en torno a la “estética” del acto… su incomprensión de ¿por qué glorificar el asesinato de miles o millones de personas frente a la insignificante cifra de una sola…? eso se debe, tal vez, a la “estética” del crimen… las bombas -y en general, la guerra- despliegan lo más avanzado de la ciencia y la técnica humana… podríamos decir que es casi un arte, un espectáculo… mientras que asesinar con un hacha denota un método primitivo y vulgar. Cuando Raskolnikov afirma que “La falta de estética es el principal signo de la impotencia” podemos concluir que lo que separa la gloria y admiración de un Napoleón de la vulgaridad y repudio de un Raskolnikov son los medios y la escala… pero lo que Dostoievski quiere transmitir es que ambos crímenes son repudiables y que tanto en un caso como en el otro, la justificación del crimen basado en actos nobles o de seres “extraordinarios” no tiene razón de ser. En varias ocasiones llama la atención que, especialmente al principio, Dostoievski da el título a Raskolnikov de “nuestro héroe”.

Es una mordaz crítica social a la concepción de hombres superiores o extraordinarios que por su condición poseen cierta licencia por sus actos criminales. Una desmitificación de esos seres separados o escindidos de la sociedad. Tal vez, y sin temor a hacer una hipérbola, es posible leerla como una crítica al Estado, la milicia y a grupos revolucionarios de su época como órganos que se autoproclaman escindidos de la sociedad y con auto indulgencia de llevar a cabo actos “nobles”. En la obra, Raskolnikov se compara a Napoleón, quizá la intención de Dostoievski es comparar a Napoleón con Raskolnikov.

Castigo-Redención

La segunda dualidad se refiere a la consecuencia del acto: el castigo. Por una parte, es el precio o penitencia que la ley de los hombres impone sobre los crímenes. En este caso se asociaría a la condena recibida por Raskolnikov. Pero, por otra parte, el verdadero castigo es el conflicto moral y psicológico que lleva a Raskolnikov a la confesión de su crimen, aún sabiendo las posibilidades de quedar impune o huir de San Petersburgo.

Durante el primer año de presidio puede decirse que Raskolnikov sufre el castigo de la reclusión y el castigo moral de empecinarse en el carácter noble y superior de su acto… de su separación moral y espiritual con sus compañeros de presidio aún cuando físicamente convivan juntos…

De este doble castigo, el primero tiene un plazo fijo de 8 años, mientras que el segundo es indefinido. El primero se salda con la apertura de las puertas, el segundo se salda con la Redención.

En este aspecto, se recurre a un fuerte sentido cristiano. El capítulo en que Raskolnikov confiesa su crimen a Sonia le pide leer el pasaje de la Biblia que hace referencia a la resurrección de Lázaro por Jesús como símbolo del deseo redimirse y nacer de nuevo. Posteriormente, cuando Raskolnikov se despide por última vez de Sonia para dirigirse a la comisaría, ella le da una cruz de ciprés mientras que ella guarda una de plata como símbolo de su unión y compañía incondicional de Sonia. Él, en un tono burlón, lo asocia a cargar la cruz… el trayecto a la comisaría implica pasar por una plaza, ponerse de rodillas, besar el suelo y expiar su crimen… en el proceso se humilla y los transeúntes se burlan de él. Es clara la asociación con el camino que realizara Jesús a la crucifixión.

Ya en el presidio, la Redención viene de mano del amor de Sonia. Cuando creyó la posibilidad de perderla tras una breve enfermedad, Raskolnikov se abre al profundo sentimiento del amor que siente por ella, es ese amor que destruye su orgullo pretencioso. He aquí, en mi opinión, la segunda cumbre aleccionadora de la obra:

«De repente, y sin que el preso supiera cómo había sido aquello, una fuerza invisible le arrojó a los pies de la joven. Lloró y le abrazó las rodillas. En el primer momento Sonia quedó sorprendida y su rostro se tornó lívido. Se levantó rápidamente y, toda temblorosa, miró a Raskolnikov; pero le bastó aquella mirada para comprenderlo todo. Una felicidad inmensa se leyó en sus ojos radiantes; no había la menor duda que aquel hombre la amaba, de que la amaba con amor infinito. Por fin, había llegado aquel instante.
»Quisieron hablar y no pudieron. Los dos estaban pálidos y extenuados, pero en sus rostros enfermizos brillaba ya la aurora de una renovación, de un completo renacimiento. El amor los regeneraba; el corazón del uno encerraba un inagotable manantial de vida para el corazón del otro.» p.357.

Por otro lado, el castigo en el presidio es algo extraño, incluso secundario, comparado  con el castigo moral. El cumplimiento de la condena física es insignificante frente a la condena moral. Anterior a su redención, Raskolnikov se cuestionaba sobre el sin sentido de salir de prisión «¿Para qué vivir? ¿Con qué objeto?» p.353. No obstante, y posterior a la Redención,

«Resolvieron esperar, tener paciencia. Les quedaban siete años de estancia en Siberia. ¡Qué intolerables sufrimientos y qué infinita felicidad debían de llenar aquel lapso de tiempo!» p.357.

Luego de este «completo renacimiento», Raskolnikov regresa a su celda y nota de inmediato que los demás detenidos, sus antiguos enemigos, le miran con un aire diferente y responden a su saludo con afabilidad… «Ahora lo recordaba y comprendía que debía ser así». Es decir, gracias al amor, Raskolnikov reingresa a la comunidad de los hombres, regresa a ese estado que ahora recuerda y comprende, a ese estado que es el conocimiento de lo verdadero. (Raskolnikov era consciente del abismo que le separaba de los demás reos, y a renglón seguido, se mencionan a los polacos presos por motivos políticos y algunos rusos –un antiguo oficial y dos seminaristas- que menospreciaban a los demás reclusos y se separaban de éstos. El sabe bien que están equivocados).

En conclusión, vemos que el orgullo y el egoísmo significan la separación de los hombres, mientras que el amor es la unión. En este sentido, el último párrafo de la novela declara:

«Pero aquí comienza una nueva historia, la historia de la lenta y progresiva recuperación de un hombre,  de su renovación y de su paso gradual de un mundo a otro nuevo. Esto podría constituir el  tema de un nuevo relato; el que nos propusimos contar ha terminado». P.357.

Considero que el aspecto que mejor engloba el trasfondo espiritual de la obra es el sueño que en medio de su delirio tiene Raskolnikov en la enfermería del presidio:

«Le pareció ver el mundo entero desolado por una terrible calamidad sin precedentes que viniendo del centro de Asia había caído sobre Europa. Todos debían perecer, excepto un reducido número de privilegiados. Unas triquinas de especie desconocida, seres microscópicos se introducían en el cuerpo de las personas, pero aquellos seres eran unos espíritus dotados de inteligencia y voluntad. Los individuos infectados por ellos se volvían instantáneamente locos furiosos.
»Sin embargo, y aquello resultaba bastante extraño, jamás los hombres se habían creído tan sabios, tan en posesión de la verdad como se creían aquellos infortunados. Jamás habían tenido tanta confianza en la infabilidad de sus juicios, en la solides de sus conclusiones científicas y de sus principios morales. Pueblos, ciudades, regiones enteras se veían atacadas por aquella enfermedad y perdían la razón. Todos se hallaban agitadísimos e incapaces de comprenderse los unos a los otros. Cada cual se creía en posesión de la verdad, y, al contemplar a sus semejantes, se golpeaba el pecho, lloraba y se retorcía las manos. No se podían entender acerca del bien y del mal, ni sabían a quien condenar ni a quien absolver. Las personas se mataban entre sí bajo el impulso de una cólera absurda. Se reunían hasta formar grades ejércitos, pero una vez comenzaba la campaña, el desacuerdo relajaba a las tropas, las filas se rompían y los guerreros se arrojaban unos contra los otros, degollándose y devorándose. En las ciudades tocaban constantemente a rebato, daban continuamente el toque de alarma, pero, ¿por quien y por qué motivo? Nadie lo sabía y todos estaban en constante sobresalto. Se abandonaban los oficios ordinarios porque cada uno proponía sus ideas, sus reformas, y no había manera de ponerse de acuerdo. La agricultura estaba completamente abandonada. Las gentes se reunían en grupos aquí y allá se ponían de acuerdo para una acción común y juraban no separarse, pero al cabo de un momento olvidaban la resolución que habían tomado y empezaban a acusarse a batirse y a matarse. Los incendios y el hambre completaban aquel triste cuadro. Todo perecía: hombres y cosas. La calamidad extendía cada vez más sus devastaciones. En todo el mundo podían salvarse únicamente algunos hombres puros destinados a restaurar el género humano, a renovar la vida y a purificar la tierra; pero nadie vía aquellos hombres por ninguna parte, nadie oía sus palabras y su voz».

*Versión en español, PERYMAT LIBROS S.A., Colección Clásicos Inolvidables. México DF.

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