¿Qué es la ciencia? Hoy la palabra «ciencia» tiene un uso y un abuso en nuestra sociedad. Productos milagrosos que resuelven de manera rápida y sin esfuerzo algún problema real o imaginario de las personas. «Sufre de calvicie: úntese esta loción y verá lo rápido que le crece un nuevo cabello, abundante, hermoso; enamore a los del sexo opuesto y mate de envidia a los de su mismo sexo. Científicamente comprobado«.
La característica común de los diferentes usos populares de la palabra es concebir ciencia como aquello que nos arregla los problemas de manera casi instantánea y cuyo postulado es siempre Verdad. Es un sentimiento comprensible desde el ego pueril, pues asume de una u otra forma que el mundo gira alrededor de mis problemas. Ansiamos creer que merecemos una solución que sea fácil e infalible, por eso es tan sencillo convencernos de opiniones que se convierten en incuestionables. Ahí radica el éxito y popularización del término «ciencia», no solo para vender productos sino también para respaldar prejuicios; y es en ese punto que se confunde con la fé.
Pero si hablamos verdaderamente de ciencia, es todo lo contrario. La ciencia implica, antes que nada, superar el ego pueril de creer que el mundo gira alrededor nuestro. Penrose en el prólogo de su libro El camino a la realidad (2014) narra una historia que trasciende las generaciones. Am-tep, un artesano del rey, presencia lo que hoy identificamos como un desastre natural. A sus ojos, los sucesos de carácter extraordinario y de poder destructivo no pueden ser más que el fruto del castigo de los dioses. Sería entonces necesario realizar sacrificios humanos e ingentes esfuerzos de los hombres por contentar a los dioses.
Años después, Am-tep le mostraba a su nieto las figuras que forman las estrellas y pronto se percató que a pesar del desastre, las estrellas mantenían el mismo orden sin importar los sucesos acaecidos a los hombres. A la final, por dramático y destructivo que fuera el desastre, no dejaba de ser un acontecimiento local; «no todo responde a las dichas y desdichas de los hombres» -concluyó. Si el firmamento, que tiene una mayor estatura que todos los dioses no mostró el mínimo interés, por qué habría de tenerlo los dioses respecto a las cuestiones mundanas de los hombres. La cuestión, en este punto, es: ¿por qué suceden las cosas que suceden? ¿Cuáles son las fuerzas que controlan el comportamiento del mundo?
Once siglos después, Amphos, un descendiente directo de Am-tep, se preguntaba lo mismo que su ancestro. Al observar el mundo no podía evitar preguntar el por qué de las cosas. Creía que debía existir una razón subyacente en las pautas de la naturaleza y un buen día tuvo una idea: «No busques razones en las pautas concretas de las estrellas, o en otras disposiciones desordenadas de objetos; busca en su lugar un orden universal más profundo en el comportamiento de los objetos».
Antes que responder qué es la ciencia, resalta que es un modo de relacionarnos con el mundo. Un modo que resulta de comprender que el mundo es más amplio y complejo que nuestros miedos y prejuicios. Pero podría objetarse con razón que la ciencia es utilizada para potenciar la violencia y la destrucción del planeta.
De acuerdo en el sentido que es utilizada como mera técnica. Por ello es necesario no solo usar la ciencia sino también reflexionar a partir de los supuestos sobre los cuales es construida. A mi modo de ver, exige cuestionarnos y cuestionar al mundo desde la duda, nunca creer por creer y revisar de forma continua nuestras ideas acerca de nostros y de los demás. Comprender que solo somos un fragmento de un gran entramado que llamamos Universo.