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Las almas muertas (1842), Nikolai Gogol


Se podía comparar el estado de su alma con una construcción desmontada con objeto de construir otra con el mismo material, pero que aún no ha sido empezada porque no ha llegado el plano del arquitecto y los obreros se encuentran sin saber qué hacer.

De esta manera describe el narrado el estado del alma de Chichikov, protagonista de la novela. Luego de haber dedicado una vida en función del dinero, escalar posiciones sociales y menospreciar los valores morales, Chichikov se encuentra ante el juicio de sus actos y engaños, pero con un giro radical hacia el arrepentimiento ante la inminencia de la muerte.

Es un tema recurrente en la literatura rusa: la lección moral que nos han dejado sus grandes escritores como Tolstoi o Dostoievski. Un individuo, hasta cierto punto víctima de una sociedad corrupta que le condena a la ignorancia y al pecado como forma de vida, e inclusive de supervivencia, logra al final el arrepentimiento de sus actos ante el peso de sus consecuencias. Es así como por ejemplo Raskólnikov logra la paz interior al aceptar su culpa ante el asesinato de la vieja prestamista, así como eliminar aquellas ideas que le justificaron su antiguo actuar.

Para el autor de la Almas Muertas, es necesario echar abajo todo el edificio que sustenta el comportamiento egoísta y amoral de la sociedad para construir un nuevo hombre «iluminado» por el conocimiento del bien y de lo realmente importante de la vida. Pero aquella empresa no es fácil, necesita meditación, entrega y un plan a largo plazo.

Sin lugar a dudas es un relato moral que vale la pena leer. Cualquier parecido con nuestra realidad…

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La muerte de Iván Ilich, León Tolstoi


«Como si me deslizara cuesta abajo por una montaña, mientras yo creía que estaba ascendiendo. De esa manera ha sucedido. Según la opinión pública yo trepaba a la montaña, pero exactamente en la misma medida se me iba la vida de debajo de los pies. Y ahora, estoy listo, ¡a morirme!» (p.69*).

Iván Ilich basó toda su vida en lo que consideró el debido camino: hacerse una buena carrera de funcionario público, adquirir un salario de 5000 rublos, codearse con la alta sociedad, en la medida de lo posible, y evitar el trato con gentes o familiares que no estuvieran a la altura. Separar de manera efectiva el trabajo de los sentimientos, y los sentimientos de la vida.

Todo eso lo obtuvo, pero asimismo tuvo una vida solitaria y triste, aunque de eso se enteró sólo el día de su muerte. Fue necesario sentirse inútil y abandonado por los seres que se supone debió amar y ser amado. Un aspecto interesante es el criado quien le cuida en los últimos días de vida. Guerássim es un hombre humilde, con pocas aspiraciones en la vida y sin prospecto de un futuro brillante, un «don nadie», diríamos nosotros. Pero aún así, es jovial y expresa el lado alegre de la vida; tan es así, que Iván Ilich encuentra verdadero consuelo en él gracias a su abnegada tarea por cuidarle en su enfermedad. Es una situación irónica, pues de sus «iguales» no encontró consuelo ni sinceridad. Todos los buenos contactos, la excelente educación de sus hijos, la vida de reina que dio a su esposa… todo eso no le brindó consuelo; fue su sirviente a quien hasta ese momento había visto como un mueble más de su casa.

Es una crítica que aplica a nuestro tiempo. Consideramos al éxito como «el camino correcto», donde obtenemos el reconocimiento de los demás y la acumulación de cosas… carro, casa, viajes, ropa de marca, asistir a clubes exclusivos… Sin embargo, ¿es eso realmente importante? Pasar dos terceras partes de nuestras vidas trabajando y trabajando, sólo para al final tener cosas que no necesitamos y buscar la aprobación de los demás, pero dejando a un lado lo importante: la vida.

*León Tolstoi (1886). La muerte de Iván Ilich. Ediciones Leyenda S.A., 2009.

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Breve Análisis de Crimen y Castigo


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de Fiódor Dostoievski*


Crimen y Castigo, una de las obras cumbres de Dostoievski y de la literatura universal, nos presenta un retrato psicológico de distintos personajes dentro de un contexto marcado por temas como el crimen, la justificación del mismo, el castigo y la redención (que es diferente al castigo). Bien podríamos establecer cierta simetría contrapuesta entre crimen-justificación y castigo-redención.

Crimen-justificación

Esta primera dualidad se presenta en la novela desde la primera parte cuando Raskolnikov, el personaje principal, debate internamente respecto a la posibilidad de llevar a cabo “un asunto” que ha estado rondando su cabeza desde hace tiempo… asesinar y robar a una vieja anciana y usurera (Alena Ivanovna). En la superficie, el objeto de aquel crimen es provisionarse de al menos 3000 rublos, los cuales serían suficientes para salir de la miseria en que se encuentra y terminar los estudios de la universidad que ha abandonado y alivianar la carga de su madre quien le envía el poco dinero que puede desde su pueblo natal.

En medio de sus divagaciones llega una carta de su madre en donde consta que su hermana, Dunia, está comprometida con un comerciante que ha logrado fortuna a través de una vida dedicada a los negocios; este acontecimiento encona en Raskolnikov el orgullo, ya que es consciente que su hermana está sacrificando su vida al casarse con este personaje con el fin de asegurar un futuro más cierto a su madre y a él. Se propone resueltamente impedir tal unión. En esta particular condición, el plan adquiere bríos en la medida en que el dinero que logre obtener del robo a la vieja usurera será la base con la cual librar a Dunia del sacrificio que está dispuesta a cometer.

Por otro lado, Raskolnikov ha escrito un artículo en cierta revista en donde expone sus ideas respecto a la escisión de los hombres entre los superiores o “extraordinarios”, quienes tienen el derecho y, podríamos decir, la obligación de cometer ciertos crímenes por el bien de la humanidad, por lo cual se les será reconocido e incluso alabado; y los hombres inferiores u “ordinarios”, cuya única función es obedecer las leyes y cumplir su función de reproducir la raza humana. En este punto, cabe resaltar que Raskolnikov es un profundo admirador de Napoleón y su obra.

En resumen, al momento de cometer el crimen, parecen confluir dos justificaciones… la primera, de tipo pragmático, es simplemente abandonar su miseria y evitar el sacrificio de su hermana; la segunda, de un sentido más elevado y noble…, librar a la sociedad de un ser despreciable, avaro y miserable que se aprovecha del sufrimiento y la necesidad de los más débiles.

Detrás de la segunda justificación, Raskolnikov asume su pertenencia al rango de hombres “extraordinarios”, lo que representa en él un carácter altivo, orgulloso y uraño. En este sentido, se aprecia un doble sentido con el nombre Raskolnikov, puesto que en ruso “raskol” significa “escisión”. Es decir, Raskolnikov ha decidido separarse del resto de seres humanos, lo cual constituye la base de su psicología.

Sin embargo, aunque se aparenta una doble justificación, prima la segunda sobre la primera. Esto se hace evidente por dos circunstancias al momento de cometer el crimen. En primer lugar, al momento de asesinar a la vieja y a la hermana de ésta, Isabel, se percata que durante el acto la puerta ha estado abierta todo ese tiempo como producto de un aparente “descuido”. Esto denota, a mi entender, un fuerte afán de ser visto, a un exhibicionismo latente en su inconsciente de comunicar su noble obra. En segundo lugar, respecto al botín del robo, Raskolnikov lo oculta rápidamente sin siquiera hacer un inventario del mismo; durante toda la obra jamás hace uso de éste ni razona respecto a su destino… en una palabra, es secundario.

Resumiendo esta dualidad crimen-justificación, el crimen se justifica en un complejo de superioridad y escisión de Raskolnikov frente a la sociedad, lo cual le da el valor moral de juez y verdugo… sin aparente temor de castigo ni de remordimiento.

Hacia el final de la novela en diálogo con Dunia en relación a la implicación moral de su crimen, Raskolnikov le declara:

«-¡Bien es verdad que no procedía conforme a las reglas de la estética! Decididamente, no comprendo por qué es más glorioso arrojar bombas contra una ciudad sitiada que asesinar a hachazos a una persona. La falta de estética es el principal signo de la impotencia. Jamás lo comprendí como ahora, pero menos que nunca comprendo tampoco cuál fue mi crimen. ¡Nunca fui tan fuerte y estuve tan convencido como en este momento!» p.339.

Creo yo que este diálogo es una de las dos cumbres aleccionadoras de la obra. En este punto, su remordimiento y angustia gira en torno a la “estética” del acto… su incomprensión de ¿por qué glorificar el asesinato de miles o millones de personas frente a la insignificante cifra de una sola…? eso se debe, tal vez, a la “estética” del crimen… las bombas -y en general, la guerra- despliegan lo más avanzado de la ciencia y la técnica humana… podríamos decir que es casi un arte, un espectáculo… mientras que asesinar con un hacha denota un método primitivo y vulgar. Cuando Raskolnikov afirma que “La falta de estética es el principal signo de la impotencia” podemos concluir que lo que separa la gloria y admiración de un Napoleón de la vulgaridad y repudio de un Raskolnikov son los medios y la escala… pero lo que Dostoievski quiere transmitir es que ambos crímenes son repudiables y que tanto en un caso como en el otro, la justificación del crimen basado en actos nobles o de seres “extraordinarios” no tiene razón de ser. En varias ocasiones llama la atención que, especialmente al principio, Dostoievski da el título a Raskolnikov de “nuestro héroe”.

Es una mordaz crítica social a la concepción de hombres superiores o extraordinarios que por su condición poseen cierta licencia por sus actos criminales. Una desmitificación de esos seres separados o escindidos de la sociedad. Tal vez, y sin temor a hacer una hipérbola, es posible leerla como una crítica al Estado, la milicia y a grupos revolucionarios de su época como órganos que se autoproclaman escindidos de la sociedad y con auto indulgencia de llevar a cabo actos “nobles”. En la obra, Raskolnikov se compara a Napoleón, quizá la intención de Dostoievski es comparar a Napoleón con Raskolnikov.

Castigo-Redención

La segunda dualidad se refiere a la consecuencia del acto: el castigo. Por una parte, es el precio o penitencia que la ley de los hombres impone sobre los crímenes. En este caso se asociaría a la condena recibida por Raskolnikov. Pero, por otra parte, el verdadero castigo es el conflicto moral y psicológico que lleva a Raskolnikov a la confesión de su crimen, aún sabiendo las posibilidades de quedar impune o huir de San Petersburgo.

Durante el primer año de presidio puede decirse que Raskolnikov sufre el castigo de la reclusión y el castigo moral de empecinarse en el carácter noble y superior de su acto… de su separación moral y espiritual con sus compañeros de presidio aún cuando físicamente convivan juntos…

De este doble castigo, el primero tiene un plazo fijo de 8 años, mientras que el segundo es indefinido. El primero se salda con la apertura de las puertas, el segundo se salda con la Redención.

En este aspecto, se recurre a un fuerte sentido cristiano. El capítulo en que Raskolnikov confiesa su crimen a Sonia le pide leer el pasaje de la Biblia que hace referencia a la resurrección de Lázaro por Jesús como símbolo del deseo redimirse y nacer de nuevo. Posteriormente, cuando Raskolnikov se despide por última vez de Sonia para dirigirse a la comisaría, ella le da una cruz de ciprés mientras que ella guarda una de plata como símbolo de su unión y compañía incondicional de Sonia. Él, en un tono burlón, lo asocia a cargar la cruz… el trayecto a la comisaría implica pasar por una plaza, ponerse de rodillas, besar el suelo y expiar su crimen… en el proceso se humilla y los transeúntes se burlan de él. Es clara la asociación con el camino que realizara Jesús a la crucifixión.

Ya en el presidio, la Redención viene de mano del amor de Sonia. Cuando creyó la posibilidad de perderla tras una breve enfermedad, Raskolnikov se abre al profundo sentimiento del amor que siente por ella, es ese amor que destruye su orgullo pretencioso. He aquí, en mi opinión, la segunda cumbre aleccionadora de la obra:

«De repente, y sin que el preso supiera cómo había sido aquello, una fuerza invisible le arrojó a los pies de la joven. Lloró y le abrazó las rodillas. En el primer momento Sonia quedó sorprendida y su rostro se tornó lívido. Se levantó rápidamente y, toda temblorosa, miró a Raskolnikov; pero le bastó aquella mirada para comprenderlo todo. Una felicidad inmensa se leyó en sus ojos radiantes; no había la menor duda que aquel hombre la amaba, de que la amaba con amor infinito. Por fin, había llegado aquel instante.
»Quisieron hablar y no pudieron. Los dos estaban pálidos y extenuados, pero en sus rostros enfermizos brillaba ya la aurora de una renovación, de un completo renacimiento. El amor los regeneraba; el corazón del uno encerraba un inagotable manantial de vida para el corazón del otro.» p.357.

Por otro lado, el castigo en el presidio es algo extraño, incluso secundario, comparado  con el castigo moral. El cumplimiento de la condena física es insignificante frente a la condena moral. Anterior a su redención, Raskolnikov se cuestionaba sobre el sin sentido de salir de prisión «¿Para qué vivir? ¿Con qué objeto?» p.353. No obstante, y posterior a la Redención,

«Resolvieron esperar, tener paciencia. Les quedaban siete años de estancia en Siberia. ¡Qué intolerables sufrimientos y qué infinita felicidad debían de llenar aquel lapso de tiempo!» p.357.

Luego de este «completo renacimiento», Raskolnikov regresa a su celda y nota de inmediato que los demás detenidos, sus antiguos enemigos, le miran con un aire diferente y responden a su saludo con afabilidad… «Ahora lo recordaba y comprendía que debía ser así». Es decir, gracias al amor, Raskolnikov reingresa a la comunidad de los hombres, regresa a ese estado que ahora recuerda y comprende, a ese estado que es el conocimiento de lo verdadero. (Raskolnikov era consciente del abismo que le separaba de los demás reos, y a renglón seguido, se mencionan a los polacos presos por motivos políticos y algunos rusos –un antiguo oficial y dos seminaristas- que menospreciaban a los demás reclusos y se separaban de éstos. El sabe bien que están equivocados).

En conclusión, vemos que el orgullo y el egoísmo significan la separación de los hombres, mientras que el amor es la unión. En este sentido, el último párrafo de la novela declara:

«Pero aquí comienza una nueva historia, la historia de la lenta y progresiva recuperación de un hombre,  de su renovación y de su paso gradual de un mundo a otro nuevo. Esto podría constituir el  tema de un nuevo relato; el que nos propusimos contar ha terminado». P.357.

Considero que el aspecto que mejor engloba el trasfondo espiritual de la obra es el sueño que en medio de su delirio tiene Raskolnikov en la enfermería del presidio:

«Le pareció ver el mundo entero desolado por una terrible calamidad sin precedentes que viniendo del centro de Asia había caído sobre Europa. Todos debían perecer, excepto un reducido número de privilegiados. Unas triquinas de especie desconocida, seres microscópicos se introducían en el cuerpo de las personas, pero aquellos seres eran unos espíritus dotados de inteligencia y voluntad. Los individuos infectados por ellos se volvían instantáneamente locos furiosos.
»Sin embargo, y aquello resultaba bastante extraño, jamás los hombres se habían creído tan sabios, tan en posesión de la verdad como se creían aquellos infortunados. Jamás habían tenido tanta confianza en la infabilidad de sus juicios, en la solides de sus conclusiones científicas y de sus principios morales. Pueblos, ciudades, regiones enteras se veían atacadas por aquella enfermedad y perdían la razón. Todos se hallaban agitadísimos e incapaces de comprenderse los unos a los otros. Cada cual se creía en posesión de la verdad, y, al contemplar a sus semejantes, se golpeaba el pecho, lloraba y se retorcía las manos. No se podían entender acerca del bien y del mal, ni sabían a quien condenar ni a quien absolver. Las personas se mataban entre sí bajo el impulso de una cólera absurda. Se reunían hasta formar grades ejércitos, pero una vez comenzaba la campaña, el desacuerdo relajaba a las tropas, las filas se rompían y los guerreros se arrojaban unos contra los otros, degollándose y devorándose. En las ciudades tocaban constantemente a rebato, daban continuamente el toque de alarma, pero, ¿por quien y por qué motivo? Nadie lo sabía y todos estaban en constante sobresalto. Se abandonaban los oficios ordinarios porque cada uno proponía sus ideas, sus reformas, y no había manera de ponerse de acuerdo. La agricultura estaba completamente abandonada. Las gentes se reunían en grupos aquí y allá se ponían de acuerdo para una acción común y juraban no separarse, pero al cabo de un momento olvidaban la resolución que habían tomado y empezaban a acusarse a batirse y a matarse. Los incendios y el hambre completaban aquel triste cuadro. Todo perecía: hombres y cosas. La calamidad extendía cada vez más sus devastaciones. En todo el mundo podían salvarse únicamente algunos hombres puros destinados a restaurar el género humano, a renovar la vida y a purificar la tierra; pero nadie vía aquellos hombres por ninguna parte, nadie oía sus palabras y su voz».

*Versión en español, PERYMAT LIBROS S.A., Colección Clásicos Inolvidables. México DF.

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